de los años 60 no era sino una repetición al
alumno de las sensaciones propias de cada
profesor. Si tenemos en cuenta que el profe-
sional provenía de la escuela de los caddies,
es obvio reconocer que no había método de
enseñanza, ya que cada uno explicaba sus
propios criterios que podían (o no) coincidir
con lo que el alumno necesitaba, sin que
hubiese un hilo conductor, un guión, que sir-
viese para todos.
Bien es cierto que el resultado no podía con-
siderarse malo del todo, puesto que el golf
español siempre ha tenido jugadores de pres-
tigio, tanto en el campo profesional como en
el aficionado, pero también era cierto que fal-
taba un método que unificara criterios.
En este sentido es preciso destacar la tenaci-
dad de los Comités Técnicos Profesional y
Amateur para solventar esta situación. Llegó
un día en que Emma Villacieros convenció a
Luis de Urquijo y Landecho, en su último año
como presidente de la Federación Española
de Golf, para que, con un gran esfuerzo eco-
nómico, se contratase a John Jacobs en 1967
con el propósito de que estuviera dos sema-
nas en España, enseñando a nuestros profe-
sionales, primero en El Prat y después en
Puerta de Hierro, con clases teóricas por las
mañanas y prácticas por la tarde.
El objetivo era que se unificara el método de
enseñanza entre los profesores españoles,
aunque también se aprovechaba la coyuntura
para mejorar la preparación de los compo-
nentes de los equipos nacionales masculino y
femenino.
El famoso vuelo de la bola
Estos cursos tuvieron una importancia decisiva
para la enseñanza en España, porque aporta-
ron sencillez y rigor, partiendo de un principio
hasta entonces no valorado en exceso: el vuelo
de la bola. John Jacobs mantenía que los juga-
dores de todos los niveles tienen tendencia a
concentrarse demasiado en la estética del
rfeg
olf 67
66
rfeg
olf
Obituario
swing, olvidándose del vuelo de la bola, cuan-
do el golf gira sobre lo que hace precisamente
la bola. Y ese era su punto de partida para
diagnosticar cualquier cosa que va mal, ya que
depende totalmente del contacto que se hace
en el impacto, siendo el vuelo el que indique
cómo ha sido el impacto.
“El jugador puede obtener el diagnóstico por el
impacto y luego ver por qué el impacto ha sido
así. Puede ser por el grip, por golpear un poco
pronto o tarde… por un montón de cosas dife-
rentes. Pero el gran problema es que los hábi-
tos son muy difíciles de romper y a menudo
vuelven a caer en ellos. Por eso, para mí, la clave
para saber cuándo los malos hábitos han vuel-
to, es entender el vuelo de la bola”.
Era una perspectiva nueva para entrenar, por-
que Jacobs basaba los fundamentos del juego
en la alineación de la cara del palo, la trayec-
toria del swing y el vuelo de la bola y no se
cansaba de repetir que aprendía más obser-
vando el vuelo de la bola sobre lo que nece-
sitaba el alumno.
Los conceptos que trataba de inculcar eran
muy sencillos y era de agradecer que simplifi-
cara una enseñanza hasta entonces tan com-
pleja facilitando el trabajo a profesores con
un esquema fácil de aplicar.
“El impacto está controlado por tres cosas: la
posición de la cara del palo, la trayectoria y el
ángulo. Ver el vuelo de la bola dirá lo que
hace la cara del palo, y eso es lo más impor-
tante”, decía.
Una enseñanza sencilla de transmitir, fácil de
entender y, lo más importante, un método
igual para que los maestros españoles ense-
ñaran de forma homogénea y no tuvieran
conceptos distintos según vivieran en un
lugar u otro.
Reconocía John Jacobs que “el juego se ense-
ña ahora mejor que cuando yo empecé. A mí
me enseñaron a golpear la bola con un swing
de dentro a fuera porque la gente tenía
miedo al slice, pero salía un hook. Yo creo que
lo natural es que el arco del swing sea dentro-
cuadrado-dentro, pero creo que es importan-
te adaptar la forma de enseñar a cada juga-
dor en función de su tiempo de entrenamien-
to, pretensiones y capacidad física pero, tam-
bién, que aprenda a entrenar. Al principio yo
me equivoqué al no hacerlo, pero si un juga-
dor siempre hace slice, con un vuelo que sale
por la izquierda y termina recto, y golpea la
bola siempre así, no hay por qué hacerle cam-
biar. Todos los movimientos son correctos si
se consigue que la bola vaya al sitio de forma
repetitiva”.
Reconocimiento
del golf español
Carlos Celles –uno de sus fieles seguidores,
como lo fueron Pepito Gallardo, Jesús Arruti o
Juan Hernández, entre otros muchos– reco-
nocía que Jacobs era, en su opinión, “de los
mejores, por no decir el mejor del mundo” y
agradecía a la Federación el esfuerzo realiza-
do por “traer a este catedrático de quien
tanto hemos aprendido, en especial a la hora
de enseñar, cosa que no abunda en nuestro
país. Creo firmemente que no pasará mucho
tiempo sin que veamos los efectos de estos
cursos porque con las sabias lecciones de Mr.
Jacobs tiene que haberse aclarado, forzosa-
mente, en todos los profesionales la ciencia
del golf.
Puedo asegurar que todos los profesionales
que hemos acudido a estas clases hemos
quedado maravillados de los muchos secre-
tos que sobre el golf nos ha enseñado Mr.
Jacobs. Y digo secretos porque, para mí, y
supongo que para los demás, mucho de lo
expuesto por este gran maestro lo desconocí-
amos totalmente”.
Por cierto, bueno es hacer un paréntesis para
reconocer el trabajo que hicieron en labores
de traducción Miguel Barella, en Barcelona, y
Emma Villacieros e Isabel Gómez-Acebo, en
Madrid, para que los alumnos pudieran asimi-
lar las lecciones durante muchos años.
También es cierto que la enseñanza ha evolu-
cionado mucho en los últimos tiempos gra-
cias a una tecnología que ayuda sobremanera
a visualizar la información, pero poco cambia
respecto a la propuesta original del maestro
de profesores inglés quien, por otro lado, era
perfecto conocedor de los nuevos conceptos
técnicos. Lo complicado es encontrar el
camino para variar en el alumno aquello que
le conduce al error, pero los fundamentos del
impacto son siempre los mismos.
John Jacobs estuvo viniendo a España cuaren-
ta años, lo que permite afirmar que la ense-
ñanza que se imparte en nuestro país está
basada en sus amplios conocimientos y en
una simplicidad que ha contagiado a nues-
tros maestros, aumentado enormemente la
calidad de la enseñanza en nuestros campos.
Esa sencillez ha calado muy hondo a lo largo
de estos años y ha ayudado a mejorar el nivel
de nuestros jugadores internacionales –cuyos
resultados están a la vista– y en el nivel gene-
ral de nuestro golf aficionado. Por todo ello,
debemos convenir en reconocerle como el
maestro que más ha aportado a la enseñanza
del golf en nuestro país y, quizá, del mundo.
Por Jesús Ruiz
“El impacto está controlado por tres cosas: la posición de la cara del
palo, la trayectoria y el ángulo. Ver el vuelo de la bola dirá lo que hace la
cara del palo, y eso es lo más importante”, decía una y otra vez