E
s el inquieto de la familia. El ‘peque-
ño’ de los Pascual Moreno. El menos
convencional. El que se licenció en
Publicidad y Relaciones Públicas, que entró a
trabajar en el despacho de arquitectura de su
padre, donde no encontró su sitio. Lo sabía. El
suyo estaba fuera. En espacios abiertos.
Vinculado desde pequeño a todo tipo de
deportes, Pablo Pascual Moreno (Valencia,
1978) se siente feliz en el agua. Kitesurf,
buceo, pesca submarina, vela ligera... Su
amor por todo lo náutico se remonta a sus
veranos preadolescentes en Denia, donde su
tío le dejaba coger la tabla de windsurf.
Una pasión por el agua que propició que ya de
mayor se sacara el título de patrón de yate –
con 19– y años más tarde, el de buzo profesio-
nal. Y fue precisamente su pasión subacuática
la que le abriría un espacio y una dirección de
trabajo, ligados curiosamente a una disciplina
deportiva que él nunca había tocado.
“Lo recuerdo perfectamente”, dice Pablo
haciendo memoria de aquella tarde. “Mis
padres habían organizado una paella en casa.
En esa comida estaba Chema Artero, el direc-
tor de Roda Golf (San Javier), por aquel enton-
ces”. Este murciano de adopción –Pablo lleva
en la Región de Murcia desde los tres años–,
sigue rememorando la situación.
“Artero comentó que tenía un serio problema
con el lago del hoyo 7. Estaba lleno de bolas
y éstas dificultaban la limpieza del mismo.
Fue entonces cuando le dije que yo las saca-
ba. Él me preguntó ‘¿cómo?’. A lo que le res-
pondí: ‘Buceando. ¿Cuándo quieres que las
saque?’. Y me respondió: mañana”.
Tres días de trabajo dieron su fruto. Equipado
con su traje de buzo y sus botellas de aire, y
con ayuda de redes y salabres, Pablo extrajo
22.000 bolas una a una. Sí, ha leído bien, una
a una. “Cobré por ellas 2.200 euros, a 10 cén-
timos la bola”.
Pablo Pascual Moreno vio inmediatamente la
posibilidad de negocio. La limpieza de los
lagos de los campos de golf suponía la recu-
peración de bolas que podría luego ‘reciclar’
para su comercialización. Aquellas iniciales
22.000 bolas las compró una empresa exter-
na para su venta, “pero no había nadie que se
encargara de hacer todo el proceso desde el
principio”, aclara Pablo. ¿Y si fuera él? ‘¡Yo
puedo!’, se dijo.
En mayo de 2010 nace Second Ball. La única
empresa española, afincada en Murcia, dedica-
da a la venta de bolas recuperadas y responsa-
ble desde el inicio de todo el proceso. Su cap-
tura, su limpieza, su selección, su embalaje, su
comercialización. “Fue un momento de ambi-
ción por hacer algo a lo que le vi muchas posi-
bilidades, aunque también dificultades” que él
mismo fue subsanando.
Las primeras cosechas de bolas terminaron en
la mesa de ping-pong de la casa de sus padres
y bajo ella, varias cajas de cartón clasificatorias.
Aprendió rápido a identificar las mejores, las
que bautizó con el vocablo ‘perla’ –y que por
su calidad se venden rápido y mejor por inter-
net–; y aquellas otras que se clasifican en A, B
o C, dependiendo de su estado, de sus defec-
tos o de su deterioro. Otras muchas termina-
rán en los cubos ‘lowcost’ –envases de 15
bolas a un precio muy atractivo–.
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Reportaje
Sobre la marcha
Si el jugador de golf aprende de inmediato a
agudizar su vista para localizar en el campo
su bola y otras tantas extraviadas –toda una
actividad adictiva–, Pascual, bajo el agua,
también ha desarrollado esa habilidad. “Por el
rabillo del ojo localizo una Prov-1 ¡inmediata-
mente!”, dice riéndose. Sabe que son las más
apreciadas. Y cuando encuentra bajo el agua
los denominados ‘caminos de bolas’, los luga-
res donde se asientan el 90% de las pelotas de
golf que los jugadores pierden, es un frenesí.
“¡No puedes parar hasta terminar de recoger-
las todas!”, confiesa.
La calidad del agua de los lagos propicia que
las características de la bola se mantengan más
o menos inalterables. Su color, sus roces y la
conservación del esmalte le darán mayor o
menor valor final, mientras que el proceso de
limpieza se simplificará de estar en buenas
condiciones. Aquí también fue aprendiendo
hasta encontrar las proporciones y los produc-
tos adecuados para tratar las incrustaciones de
salinidad y “lo que entendemos por verdín”.
Ante tal cantidad de bolas por tratar, “lo prime-
ro que hice fue comprarme una máquina que
las limpiara traída de los Estados Unidos. Lo
Una oportunidad
redonda
Pablo Pascual encontró como buzo en los lagos del golf una inesperada
vía de negocio. En su primer incursión a un lago recogió 22.000 bolas en
tres días, lo que le supusieron unos ingresos de 2.200 euros
Fotos: María Jesús Peñas