RFEGolf 101 (Diciembre 2015 - Febrero 2016) - page 68-69

Torrequebrada, sus
primeros pasos en el diseño
Un día, mi madre pilló un cabreo –“¡hasta
aquí hemos llegado, el niño se vuelve a
Málaga!”– y me puso a trabajar en los
Almacenes Félix Sáenz hasta que en el 69
diseñé Torrequebrada. Me llamó Pedro
Casado –“un alemán quiere hacer un campo
en Torrequebrada”, y respondí “¡ese tío está
loco!”– para que hablase con el Sr. Shaffer.
Fui a ver la finca, había un paso de tórtolas
fantástico pero el terreno era muy p’arriba y
p’abajo. Me preguntó si yo era capaz de
diseñar allí un campo y pedí “carta blanca y
empezamos”. ¡No veas el farol que me tiré! Ni
Pedro ni yo teníamos idea de lo que era un
movimiento de tierras.
Yo era amigo de los Arana y siempre
hablábamos de los campos de su tío Javier (El
Saler, Club de Campo Villa de Madrid,
Guadalmina, El Prat, Los Monteros, La
Galea...). Además, conocía lo que había
hecho Trent Jones en Sotogrande, me
gustaba fijarme y aprendía. Jones recuperó
en los campos modernos el green grande con
más posiciones de bandera. Cuando viajaba a
competir e iba a Inglaterra, siempre cogía
ideas y continuamente estaba aprendiendo.
Y culminé Torrequebrada. Cuando terminé no
pensaba en nada más que en Lupe, mi mujer,
la acababa de conocer y fue un flechazo. Una
vez finalizado Torrequebrada fue cuando
decidí dedicarme a diseñar campos
profesionalmente, dejé los Almacenes y quería
hacer algo por mí mismo, había diseñado un
campo, había conocido a Lupe... y quería
empezar mi vida de otra manera.
Un día me llamó Manuel de la Quintana,
“tienes que venir a Mallorca, donde Folco
Nardi me está haciendo un campo”, y allá me
fui con Lupe. No había campos, sólo nueve
hoyos en Son Vida y en Costa de los Pinos.
Paseamos por Santa Ponsa con los almendros
en flor, y Lupe y yo boquiabiertos.
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Obituario
Fuimos para un año y medio con los niños
muy pequeños. Empecé a dirigir Santa Ponsa
cuando todavía había crisis en toda España.
Me enteré de que el green-fee en Son Vida
costaba 350 pesetas (1976) y cuando pedí
en Santa Ponsa que lo subieran a 600,
creyeron que estaba loco. Sabía que en la
Costa del Sol ya estaban a 800. En Mallorca
se creó un triángulo con Santa Ponsa,
Poniente y Son Vida que benefició a los tres
campos, sentando las raíces de la isla como
destino de golf.
Golf Lerma,
por fin un terreno normal
Referente a Lerma, en Burgos, fue la primera
vez que me dieron un terreno “normal” para
diseñar un campo. Y, como en EEUU existe la
opinión generalizada de que cualquier
imbécil diseña un buen campo en un buen
terreno, yo quería, por lo menos, ser un
simple imbécil.
Pedí un plano y fotos aéreas, había 24 sabinas
en una plantación de cebada, eran árboles
que se dejaban crecer para descansar debajo
con el botijo cuando plantaban y araban los
campos. El entorno era una maravilla, con
colinas muy suaves, y debía aprovechar las
sabinas centenarias para que entrasen en
juego. Todo lo demás tenía que ser creado.
Me instalé allí 15 días y empecé a apreciar el
cielo de Castilla, más grande que el de
Málaga e incluso que el de Tenerife, donde ya
había diseñado Golf del Sur. Procuré darle
forma sin romper mucho, me daba miedo
meterle un lago a Castilla. Escarbé y encontré
arcilla pura, en la finca había agua al hacer los
estratos.
En el hoyo 11 no había nada donde agarrarse,
solo tres sabinas y la suavidad de sus lomas.
Hice fotos con la Polaroid y pensé ‘¿qué hago
con las sabinas?’. Me encerré en el hotel y
pasé toda la noche en blanco con un tubo de
pasta de dientes –para los bunkers– y tubos
de acuarelas verdes –para greenes y
vegetación– que colocaba de manera distinta
encima de la foto, para ver las posibilidades
que ofrecía el hoyo.
¡Por fin di con la idea! Fui al campo muy
temprano y comprobé que las sabinas
intervenían para todo tipo de jugador, bueno
y no tanto, y a partir de las zonas de caída
completé el hoyo hacia el green, moviendo
un poquito el tee. Esto mismo sirve para
todos los campos, de ordenador y esos
cacharros... no sé nada.
Hago cosas que otros quizás no se atreven, dejo
en juego árboles o cualquier particularidad que
encuentro en el terreno. Peter Dobereiner
(periodista inglés de los más afamados, escribía
en The Observer) me llamaba el Picasso del Golf,
y también me han llamado el Gaudí, pero a mí
me da igual, que digan lo que quieran y que
disfruten. He diseñado dos campos de 19 hoyos,
¿y por qué no? Es bueno que haya una especie
de vivero de greenes, una reserva, a veces no
son conscientes de lo necesario que puede
llegar a ser.
Los campos hay que sentirlos, el ambiente de
un campo es algo que sientes y no puedes
definir: cocoteros en Cuba, olivos en España,
brezo en Escocia, árboles del té en Australia,
sauces en Sudáfrica, laguitos con chorritos
cursis en Estados Unidos...
El rough tiene mucha importancia y,
desgraciadamente, en España no se le da, el
rough es la personalidad del campo. La
belleza es todo lo que rodea el campo, la
profundidad del sentimiento, la diferencia
entre un campo-parque (¡hay parques y
parques!) a un links o un entorno natural.
Cojo un papel, una servilleta o lo que pillo y
pongo una idea, una frase, un sentimiento
que madurará. Pienso en todo tipo de
posibilidades, con sol, nublado, con lluvia...
Una vez hecho el movimiento de tierras, cojo
la Polaroid, hago fotos y coloco encima las
transparencias, así es como yo diseño”.
“Cojo un papel, una
servilleta o lo que pillo
y pongo una idea, una
frase, un sentimiento que
madurará. Pienso en todo
tipo de posibilidades, con
sol, nublado, con lluvia...
Así es como yo diseño”
Prácticamente a la misma hora que José Gancedo
nos decía adiós otro histórico del mundo del gol,
José Avelino Cabo Tuero, nacido el 19 de abril de
1946 en Castiello de Bernueces, en Oviedo,
profesional de golf desde 1963, que desarrolló su
trayectoria deportiva en el campo valenciano de El
Saler, donde ejerció de profesional, greenkeepper y,
entre torneo y torneo del Circuito regular y Senior
europeo, de profesor de Manuel Calero y al jugador
de las Islas Fidji, Vijay Singh, antes de que éste
explotara en el mundo del golf. No en vano, durante
muchos meses, Vijay Singh vivió en casa de Pepín,
como se le conocía entre sus amigos, entrenando
en el campo de El Saler. Su mejor temporada en el
Circuito Senior fue en 1998, con dos torneos entre
los diez primeros, tras graduase en el Escuela del
Circuito Senior por segundo año consecutivo (1996
y 1997). Uno de los momentos más brillantes en el
Tour Europeo fue la quinta plaza que logró en el
Open de Madrid de 1976, donde se tomó un
descanso de su trabajo en la enseñanza.
Adiós a Pepín Cabo,
otro histórico
del golf
1...,48-49,50-51,52-53,54-55,56-57,58-59,60-61,62-63,64-65,66-67 70-71,72-73,74-75,76-77,78-79,80-81,82-83,84-85,86-87,88-89,...104
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