RFEGolf137 (diciembre 2024 - febrero 2025)

Cada día es noticia el juego lento cuando ha- blamos de un torneo de golf. Recientemente, por poner un solo ejemplo, hubo comentarios de todo tipo cuando en el Open Británico Fe- menino fueron necesarias 6 horas largas para acabar una vuelta en St. Andrews. Pero, por mucho que nos sorprenda, no es un inconve- niente nuevo en el golf. Henry Cotton, una de las figuras mundiales a mediados de los años 60 del siglo pasado, se convirtió en abanderado contra “esta mala costumbre que va en aumento”, de la que todo el mundo se quejaba pero nadie hacía algo práctico para mejorar el ritmo de juego. Si bien era algo más comprensivo con el golf profesional, en el que un par de golpes suponían una diferencia notable en la rentabilidad eco- nómica, era más incisivo con los “pelmazos corrientes”. Sin embargo, en ambos casos, dejaba al aire la pregunta: ¿tienen derecho a fastidiar a todos los que vienen detrás? Porque es indiscutible que si a un jugador le rompes su ritmo habitual de juego, perderá concen- tración y fluidez en sus golpes. Se quiso atajar el asunto haciendo salir a los lentos en los últimos partidos, pero esto no sólo era contrario al reglamento, sino que además les proporcionaba cierta ventaja puesto que jugaban conociendo los resultados previos, lo que propició que aumentara el número de lentos que veían en esta fórmula una manera de obtener ventaja en el enfoque de su vuelta. Naturalmente no prosperó la medida. Cotton recordaba que, en un Open Británico, Bobby Locke (ganador de cuatro títulos de este “major”), dejó un vació de cuatro hoyos con el partido que les precedía, haciendo buenas sus “cualidades” de excelente juego corto y lentitud en el campo de juego. Ben Hogan, otra de las estrellas de la época, le molestaba sobremanera que le tildaran de lento y solía replicar: “Yo me gano la vida jugando al golf, que consiste en dar menos golpes que los demás para ganar y, por lo tanto, debo saber cómo botará la bola. Y para saberlo tengo que comprobar en qué clase de terreno botará y para eso tengo que andar hasta el green y ver cómo está la hierba”. Esta era la versión de Hogan, a quien no se le puede negar que era un verdadero maestro en saber ejecutar el golpe que proyectaba, pero posiblemente fuese un espejo en el que se miraban numerosos aficionados que, desde luego, causaban el malestar de la lentitud en el juego porque su calidad está a años luz. Ya en esa época se reconocía el derecho de los jugadores amateurs a divertirse, incluso a jugar a su ritmo, pero no a retrasar el juego de los demás. Ya se adelantaban ejemplos, que nos sonarán a todos, para intentar paliar esta plaga del juego lento. Si en un 4 bolas, mejor bola, el jugador cuya bola no va a contar la levanta, ayudará a no ra- lentizar el ritmo. Igualmente hacía mención co- mo causa de juego lento a las apuestas que se organizan en un grupo de jugadores, porque si se juega a “mejor y peor” y, además, hay clasifi- cación individual, no hay forma de que quienes vienen detrás jueguen normalmente. O todos hacen lo mismo, o la vuelta será un infierno pa- ra quienes jueguen detrás de los apostadores. Tampoco la forma de caminar escapó al análisis de Henry Cotton, quien aseguraba que él no era partidario de penalizar a un jugador por caminar despacio mientras jugara rápido, po- niendo en el foco la otra cara de la moneda: los jugadores de incontables swings de práctica y conferencias interminables con su caddie. Terminaba el ganador de tres Open Británico asegurando que ahora se juega más despacio, pero que se juega mejor, asegurando que no le molesta que se juegue más lento “porque como va llegando a la cincuentena, ahorra energía”. Cotton aseguraba que “siempre ha habido y habrá jugadores lentos”, así que no nos queda más remedio que reconocerle sus dotes como lector del futuro… 3 68 rfeg olf rfeg olf 69 El juego lento, una plaga eterna Historias de la historia del golf español L a historia del golf español está plagada de historias, relatos interesantes que permiten conocer el pasado para comprender mejor el presente, saber de dónde venimos y diseñar mejor el futuro. A través de estas páginas van a florecer, es de justicia, un buen número de golfistas que han adquirido, en base de sus méritos deportivos, la condición de personajes del golf español, personajes auténticos que han escrito su historia y la historia del golf español. No habrá un orden cronológico, sino las ganas de mos- trar a las actuales generaciones cómo, allí y acá, el golf siempre tuvo motivos para sentirse orgulloso. Por Jesús Ruiz En el Open Británico Femenino fueron necesarias 6 horas largas para acabar una vuelta en St. Andrews. Pero, por mucho que nos sorprenda, el juego lento no es un inconveniente nuevo en el golf

RkJQdWJsaXNoZXIy MTk3Ng==