RFEGolf135 (junio - agosto 2024)
Historias de la historia del golf esapañol El golf no terminaba de explosionar en España en la década de los 70, afectado por el descrédito con el que estaba rodeado como deporte de élite, a pesar del enorme trabajo que la Federación Española estaba desarrollando para erradicarlo, presidido por un hombre vitalista y cautivador como Juan Antonio Andreu, que lideró un entu- siasta trabajo de proselitismo con periodistas, a quienes inició en el deporte. Nuestro golf siempre ha disfrutado de una re- presentación corta, pero formidable, de juga- dores que destacaban asiduamente en todo el mundo, con victorias en numerosas com- peticiones de aficionados y profesionales. Incluso habíamos rozado una gran hazaña in- dividual con la aparición de Severiano Ballesteros en The Open, en 1976, cuando terminó segundo detrás de un formidable Johnny Miller. Seve lideró la prueba, pero pareció hundirse coincidiendo con el asalto al liderato de Miller. Lejos de ahogarse con el empujón de otro rubio, el Oso de Oro, Jack Nicklaus, el cántabro sacó su coraje, su genio ganador, para recuperarse en los últimos hoyos de Royal Birkdale, con un chip memorable entre dos bunkers en el 18 que le permitió compartir el segundo lugar con Nicklaus. Pasado el gran impacto momentáneo, el golf continuó languideciendo en los medios de co- municación en España, sin contar con el respaldo que por sus resultados seguramente merecía. En ese contexto, coincidiendo en el tiempo el Abierto Británico que se disputó en Royal Lytham & St. Annes, tenía lugar en Barcelona el Campeonato de España Infantil. Corría el año 1979 y en el campo de golf de San Cugat más de 260 niños exhibieron el golf del futuro, con abundantes tarjetas de menos de 80 golpes y un nombre que destacaba con su juego alrededor y en el green: José María Ola- zábal. Chema acabó primero con ocho golpes de ventaja, haciendo una demostración fan- tástica de juego corto y de putt. De entre quienes presenciaron la majestuosidad con la que un niño de 13 años se movía alre- dedor del hoyo, algunos pocos tuvieron la fortuna de vivir otra experiencia apasionante: la mayor victoria del golf español en su historia hasta ese momento. Severiano Ballesteros, a sus 22 años, hizo una demostración maravillosa de cómo desenvolverse en cualquier posición (¡piensen en el golpe del aparcamiento, en el hoyo 16!), antes de terminar explotando en el green 18 con un abrazo con sus hermanos Baldomero y Vicente. Logró el primer «major» de su carrera y del golf español con tres golpes menos que Ben Crenshaw y Jack Nicklaus. Además, con esta victoria de Severiano Ballesteros el golf ganó impulso para popularizarse en España, en cuya lucha el cántabro siempre fue abanderado. Quienes habían disfrutado profesionalmente de importantes eventos anteriores que ocu- rrieron en España, pusieron sus grandes expe- riencias a cero, porque el éxito de Severiano cumplió el sueño de todos los españoles y era hora de comenzar de nuevo. rfeg olf 77 76 rfeg olf Mientras Severiano Ballesteros ganaba el Open Británico, su delfín Olazábal se asomaba al estrellato desde el Campeonato de España Infantil “ El golf femenino español de la actualidad, vi- goroso, en crecimiento de practicantes y re- sultados, guarda entre las páginas amarillas de su pasado un nombre inolvidable: Elvira Larrazábal. Elvira estaba viviendo una carrera amateur im- presionante (cuatro títulos consecutivos de campeona de España entre 1952 y 1955, más un subcampeonato que bien pudo ser su quinta victoria), cuando se le obligó a declararse pro- fesional. Ella fue la auténtica pionera. Hija de profesional de golf y segunda de cuatro hermanos, Elvira recogía las bolas que se des- viaban del objetivo y acababan en el terreno donde vivían, junto al green del hoyo 4 de Ne- guri. Y no pudo evitarlo: el gusanillo del golf caló dentro de ella. Comenzó a jugar con 16 años y ganó su primer título nacional tres años después, en Pedreña, convirtiéndose en una campeona merecida pero inesperada. Sin embargo, ella asegura que comenzó a jugar por ver contento a su padre Ángel, profesor en el campo vizcaíno, que incluía en el “entrenamiento” de su hija ejercicios como hundirle la bola en el bunker o pasar la bola por encima de árboles. No fueron tiempos fáciles para una jugadora que no provenía de la cantera amateur tradi- cional. No tenía título nobiliario, ni era rica de cuna, y el clasismo de la época dominaba la escena, aunque a Elvira no le torturaba. Un carácter fuerte y un instinto de superación encomiable fueron sus muletas para crecer en un deporte en el que sus rivales la trataban con desdén. Jugaba con una pequeña bolsa de palos, de nueve juegos diferentes reciclados de los que los socios desechaban. Siempre recuerda, con cierto tono de tristeza, la ocasión en que una señora le pagó el caddie (15 pesetas), para luego denunciarla por haber cobrado, lo que le costó no poder participar en el Campeonato de España. Padeció diferentes desencuentros parecidos por su condición social, pero tuvo el coraje para sobrellevarlo y dedicarse a su nueva con- dición de profesional, dando clases para seguir el ejemplo de su padre. Por si fuera poco, dejó en el recuerdo (nunca en el olvido) el hito de haber ganado a Wanda Rosa, campeona de Italia y Alemania, en el segundo Internacional Amateur de España (actual Copa S. M. la Reina) que conquistó de forma consecutiva. Sin embargo, lo que no consiguió la sociedad lo consiguió poco después la vida familiar. Y es que Elvira Larrazábal tuvo que retirarse tras casarse con José María Ortiz de Mendibil, pres- tigioso árbitro de fútbol, con quien tuvo tres hijos: Perú, Iñigo (ambos internacionales de hockey) y Carmen, que nació con parálisis ce- rebral por un error médico, lo que directamente puso el punto final a su carrera deportiva, porque “antes que deportista soy madre”. Tenía 32 años y había disfrutado de una carrera brillante pero incompleta, con demasiadas zancadillas que, aunque no la doblegaron, le impidieron seguramente haber construido un palmarés de ensueño. Pero en ese momento, la atención que necesitaba Carmen hizo que esta madre coraje se desligara de un deporte que amó por su padre y dominó como una campeona. 3 2.- El delfín Olazábal, un relevo que ese vislumbró pronto 3.- Elvira Larrazábal, una campeona inesperada Elvira Larrazábal, campeona de España durante cuatro años consecutivos, dejó el golf porque “antes que deportista soy madre”
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