Psicología
Cómo ayudar a nuestros hijos
durante la competición
E
n el artículo publicado en el número
anterior estuvimos viendo cómo podí-
amos ayudar a nuestros hijos en los
días previos a la competición intentando darles
confianza, seguridad en ellos mismos y, sobre
todo, ayudándoles a que no se presionaran
con el resultado y se centraran en jugar al golf.
En este segundo artículo vamos a tratar sobre
cómo podemos ayudarles mientras nuestros
hijos están jugando durante la vuelta, empe-
zando por intentar responder a la pregunta
que a menudo me hacen: ¿Le sigo o no le
sigo? Esta es la cuestión.
Siguiendo
al hijo/a por el campo
Todos los padres disfrutamos viendo en acción
a nuestros hijos, ya sea en la obra de teatro de
fin de curso o simplemente dando bolas en el
campo de prácticas. A partir de esta premisa la
respuesta a la pregunta de si es bueno o malo
seguir a nuestro hijo/a mientras compite, bien
podría ser otra pregunta: ¿Y por qué no voy a
seguirle, hay algo negativo en ver cómo juega y
cómo se desenvuelve durante los 18 hoyos, es
algo perjudicial? Evidentemente no hay nada
negativo a priori, pero tampoco hay una res-
puesta única a esta pregunta, sino que la res-
puesta más acertada sería un
“depende”.
Y va
a depender, en primer lugar, de nuestro hijo/a,
de sus características particulares, de lo que él
desea, espera y sabe que le viene bien para
jugar tranquilo y en calma. Y en segundo lugar
también va a depender del tipo de padre-
espectador que somos mientras seguimos las
evoluciones de nuestros hijos por el campo.
Características
de personalidad
A determinados niños/as, por sus característi-
cas de personalidad, les resulta mucho más
complicado estar concentrados en el juego y
en la dinámica de la partida simplemente por
el hecho de sentirse observados por sus
padres y porque ellos mismos, sin mediar nin-
guna acción o comentario previo por parte
de los padres, generan pensamientos, deseos
o expectativas que les alejan y descentran de
la dinámica del juego.
A veces puede ser el deseo de demostrarnos
lo bien que lo hacen, las ganas de agradar y
que nosotros, como padres, nos sintamos
contentos y orgullosos.
No sé si este sentimiento era el que tenía mi
hija cuando hacía patinaje, pero en el
momento en el que llegaba a la pista para
recogerla, unos 5 minutos antes del final del
entrenamiento, toda su atención se volcaba
en mí en vez de en las instrucciones de la
entrenadora.
Mi hija era consciente de esta dificultad y, a
pesar de que sólo tenía 8-9 años, a los pocos
días me comentó que no le gustaba que la
viera entrenar.
Escuché su comentario y solamente en con-
tadas ocasiones entraba a las gradas de la
pista un par de minutos antes de que termi-
nara el entrenamiento. Sabía que esto era lo
que mejor le venía para disfrutar del patinaje
a pesar de que me privara de esos minutos de
verla patinar.
Las características particulares de cada uno de
nuestros hijos/as es el primer punto a tener en
cuenta para determinar si es bueno o no que
le sigamos en el campo. Conociendo la perso-
nalidad de mi hija, y dado que su autoconfian-
za sobre los patines no era muy allá, me inclino
a pensar que sus pensamientos en esos
momentos en los que se sentía observada por
mí no eran los de demostrar lo bien que pati-
naba, sino que su padre no viera lo mal que
creía ella que patinaba.
Algún padre que ha vivido esta misma situa-
ción me preguntaba si no sería bueno seguir-
le por el campo para que “superara” esta difi-
cultad, se acostumbrara a la presencia de los
padres y aprendiera a mantener su concen-
tración en el juego en vez de en las cosas
externas.
Aquí mi respuesta sí es tajante: no es bueno.
Si lo que afecta a la concentración de su hijo
son los espectadores o alguna otra circuns-
tancia externa, entonces sí que podemos uti-
lizar la estrategia de que se acostumbre a
jugar con espectadores ya que estamos
hablando de un tema de concentración pura
y dura, pero los padres no somos solamente
espectadores de nuestros hijos.
El vínculo emocional padres-hijos genera senti-
mientos y emociones que son los que impiden
concentrarse correctamente, por lo tanto ya
no estamos hablando de una dificultad de
concentración, sino que estamos hablando de
emociones y sentimientos que sólo los padres
generan y que van a seguir existiendo, e inclu-
so en algunos casos aumentando y dificultan-
do aún más la concentración, por muchas
veces que el padre/madre siga a su hijo/a
durante el recorrido.
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Mi presencia durante
el recorrido ¿es beneficiosa
o perjudicial para mi hijo/a,
qué le estoy transmitiendo
a mi hijo/a durante
la partida?
Fotos: www.holegolf.com – Iñigo Alfaro
Mi presencia durante