RFEGolf 107 (Junio - Agosto 2017) - page 28-29

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Filosofía de vida
Y, puesto a filosofar, este navarro entrañable se
adentra en razonamientos plausibles de quien
amontona magisterio en la materia. “El golf es
una forma de vida, y por eso es muy convenien-
te empezar a descubrir sus secretos joven, por-
que te enseña muchas cosas, muchos valores
que luego te permiten ponerlos en práctica en
otros ámbitos de la vida”, comienza a relatar
antes de añadir que el golf no sólo le mantiene
físicamente bien, sino psíquicamente.
“Te puedes meter en el salón de tu casa, pero
es mejor jugar al golf, créeme”, dice D. Javier
con sorna mientras expone que sus amigos,
numerosos, y más jóvenes que él, asimismo
expuesto con sorna, le permiten estar al día
de todo tipo de acontecimientos y experien-
cias, algunas únicas que le convierten, motu
propio, en gran protagonista en exclusiva.
Porque a todo esto llegó el pasado 26 de
abril, en el campo de Gorraiz, en el hoyo 4,
punto temporal y físico de un acontecimiento
insólito. “Pues qué quieres que te diga, que
hubo suerte, cómo no va a haber suerte. El
hoyo, desde las barras de salida mías, tiene
148 metros, y ahí que voy con el driver, a
pegarle a la bola. Le di bien, claro que le di
bien, y salió recta, como una vela, y llegó a
green, donde la perdimos de vista todos los
que íbamos en el partido”, rememora con un
inevitable brillo en los ojos, ese que genera la
consumación de algo extraordinario.
“Total, que nos fuimos para allá y empeza-
mos a buscar la bola, pero no aparecía…
¡hasta que miramos dentro de la cazoleta!”,
eleva el tono para realzar la gesta, ¡un hoyo
en 1, a los 97 años!
“Créeme que a esta edad te llevas ya pocas
alegrías, porque ves las cosas con más calma,
pero ésta sí que es una de ellas, un fantástico
eagle que además nos ayudó a ganar el par-
tido”, dice ante el regocijo de su grupo de
amigos, esos que disfrutan de él diariamente
y muy especialmente del Trofeo Javier Vidal,
match play, que organiza personalmente
desde hace 14 años,
“¿Hemos acabado ya, me puedo tomar
entonces la cerveza?”, apremia este hombre
superlativo que vive entre exclamaciones,
¡que juega al golf con asiduidad, que tiene 97
años, camino ya de los cada día más inminen-
tes 98, y que acaba de hacer un hoyo en 1!
¿Pues qué quiere que le diga? Que se la tiene
bien merecida.
“Claro, claro que voy”, responde riendo,
“que a partir de determinada edad ya no
te libras, y yo esa edad la sobrepasé hace
bastante tiempo. ¿Pero sabes lo que me
dicen los médicos? Pues que juegue al
golf, que no lo deje nunca, todos ellos
me dicen que no hay ninguna otra activi-
dad que sea mejor, así que aquí me tie-
nes, jugando tres o cuatro veces por
semana, según lo permita la meteorolo-
gía, y haciendo cada vez nueve, diez o
catorce hoyos, los que se tercien, que
luego hay que comentar la jugada”.
Y los comentarios, como cualquiera se
puede imaginar, se suceden sin parar
porque hay que reconocer que todos
ellos son acontecimientos extraordinarios
realizados, eso sí, con una pasmosa natu-
ralidad. Un golpe con el driver –“el palo
que más me gusta”, salta de inmediato
D. Javier para resaltar que, en la medida
de sus posibilidades, le gusta darle fuerte
a la bola–, que si un hierro por aquí, que
si un pitch por allá, que si dos putts para
culminar, así discurre, como quien no
quiere la cosa, la jornada de golf para
Javier Vidal y sus numerosos amigos,
siempre dispuestos a acompañarle.
“Todos ellos son muy importantes en mi
vida. Precisamente por eso, el golf es
una opción de deporte y de ocio fabu-
losa, sobre todo para gente ya entrada
en años, porque cuando alcanzas deter-
minada edad las posibilidades de reali-
zar actividades de todo tipo se reducen
drásticamente, pero no el golf, que se
puede practicar en todo momento”,
sentencia con un ánimo contagioso.
Buceando en la memoria
Y llegan, claro, los recuerdos, ese buceo
en la memoria que a D. Javier, dotado
de una envidiable varita mágica, parece
costarle tan poco como pegarle a la
bola de golf. “Yo empecé jugando al
tenis, ya mayor, con mi cuñado, pero
qué quieres que te diga, que era muy
duro físicamente y no podíamos jugar
con asiduidad, así que nos pasamos al
golf, en Puerta de Hierro, de la mano de
Jaime Benito, que me dio mis primeros
consejos. Tenía yo entonces, recuerdo,
45 años, que fue cuando le di a la pri-
mera bola. Luego llegó el Club de
Campo Villa, el RACE, La Herrería… allí
me iba a jugar siempre que podía
durante mi estancia en Madrid”.
La mirada de D. Javier vuelve a brillar,
justo en el momento en el que el golf se
convierte de nuevo en centro de aten-
ción. “Rápido hice un buen grupo de
amigos golfistas, Zumalacarri, Ruiz
Rivas…, nos lo pasábamos estupenda-
mente y llegué a ser hándicap 14”,
rememora con orgullo antes de desta-
car que sus obligaciones profesionales
le impedían jugar todo lo que quería,
pero que siempre que encontraba un
hueco, ahí que se iba, a jugar al golf.
“Y de Madrid a Pamplona, donde me
instalé en cuanto me retiré. Lo tenía
muy claro, me hice socio de Ulzama y
de Gorraiz y me compré una casa a
menos de diez minutos del campo”, la
distancia justa para perder poco tiempo
y hacer del golf una actividad importan-
te tres o cuatro veces por semana
“desde hace ya… ni me acuerdo”.
La consulta, llegado este punto, se hace
inevitable, porque si hay alguien docto
en la materia ese es D. Javier. Porque,
díganos, con toda la experiencia acu-
mulada a lo largo de los años, ¿qué le
diría a los que no conocen el golf? Y
entonces D. Javier salta como un resor-
te, para sentenciar, con contundencia:
“pues que hay que probarlo de joven
para jugarlo de viejo”, un lema extraor-
dinario procedente de una persona
excepcional.
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El golf te enseña
muchas cosas, muchos
valores que luego te
permiten ponerlos
en práctica en otros
ámbitos de la vida”
Golf
es Salud
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