RFEGolf131 (junio - agosto 2023)

rfeg olf 13 12 rfeg olf Jon Rahm – The Masters G anar un Masters, y más por primera vez, requiere de una mentalidad absolutamente privilegiada, más allá de un golf excelso, y más cuando uno tiene como principal adversario a Brooks Koepka. No en vano, hablamos de un jugador que ya tiene cinco Grandes en su haber, más que torneos regulares del PGA Tour. Y no hay nadie mejor que Óscar del Río para hablar de esa cabeza única que posee Jon Rahm. Trabajó con él en la Escuela Nacional Blume y en los Equipos Nacionales, y es uno de los psicólogos deportivos más reputados de nuestro país. Dos factores especialmente llamativos Como todos, Óscar siguió atentamente la semana del Masters, poniendo especial atención en esa jornada final de domingo en la que encontró dos factores especialmente llamativos. “El primero, que es la mejor vuelta que le he visto en un torneo importante porque fue capaz en todo momento de mantener las emociones a baja intensidad. Él es un jugador de sacar mucho puño, y eso le puede llevar a cometer algunos errores. Es el riesgo de ir siempre con la intensidad emocional a un 6-7. Cuando tienes tres golpes que no te salen, te puedes acabar liando. Pero en esa vuelta, desde el principio, estuvo a un nivel 2-3 de intensidad. No se inmutó al meter un primer buen putt para par, después en el par 5 hace birdie y no saca puño,... Todo lo hizo a baja intensidad, siempre en calma, estando en el presente siempre en cada golpe. Eso fue clave”, explica. Especialmente meritorio fue el esfuerzo del español por contener la emotividad sabiendo, como señaló él mismo, que ese domingo hubiese sido el cumpleaños de Seve. Es decir, que no era un día cualquiera. “Si lo sabes gestionar bien es algo que puede jugar a tu favor, pero si no, es una fuente de presión. Lo que pasa es que Jon es un deportista al que nada le influye en el campo”, cuenta. Óscar del Río: “Es la mejor vuelta que le he visto a Jon en un torneo porque fue capaz en todo momento de mantener las emociones a baja intensidad” La clave: emociones a baja intensidad

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