RFEGolf128 (septiembre - noviembre 2022)
“Intenta solo mantener la paciencia, tú sabes exactamente cómo jugar este campo. Eres el mejor jugador del mundo. Buena suerte”, mensaje de Severiano Ballesteros antes de la ronda final 1.- José María Olazábal 74 67 69 69 = 279 2.- Tom Lehman 70 70 69 72 = 281 3.- Larry Mize 68 71 72 71 = 282 4.- Tom Kite 69 72 71 71 = 283 5.- Jay Haas 72 72 72 69 = 285 +.- Jim McGovern 72 70 71 72 = 285 +.- Loren Roberts 75 68 72 70 = 285 8.- Ernie Els 74 67 74 71 = 286 +.- Corey Pavin 71 72 73 70 = 286 10.- Ian Baker-Finch 71 71 71 74 = 287 +.- Raymond Floyd 70 74 71 72 = 287 +.- John Huston 72 72 74 69 = 287 18.- Seve Ballesteros 70 76 75 71 = 292 Clasificación final golpes no eran ventaja suficiente todavía, con tres hoyos por delante. Pero cuando Lehman falló su birdie en el 16 pensé que había llegado mi mejor oportunidad de ganar el torneo”, se- ñalaría Olazábal al terminar ganando el Masters, sexto triunfo de un golfista europeo en siete años. En efecto, ya no tuvieron trascendencia ni el bogey de Olazábal en el 17, ni el de Lehman en el 18, ni el dificilísimo chip de Ola- zábal en el último hoyo para dejar la bola a tres metros de la bandera y salvar el par, rela- jando la presión de los instantes finales. Lehman acabó con bogey, a dos golpes de Olazábal, y aseguró que “ya sé lo que necesito a partir de ahora. Necesito patear mejor bajo presión en estos torneos y en el futuro seguro que tendré más oportunidades”. Rivales de enjundia que no frenaron al huracán vasco Lehman aguantó bien, a pesar de que no se pensara que podía aguantar y ganar la que hubiese sido su primera victoria en el PGA Tour. A Larry Mize se le consideraba más aspi- rante al triunfo, como recuerdo a su éxito en este escenario y a sus tres conquistas en los doce meses anteriores. Y sus posibilidades de victoria perduraron incluso hasta cometiendo bogey en el 12 y 14, pero se perdieron defini- tivamente con el eagle de Olazábal en el 15, que abría una diferencia de tres golpes. Tom Kite, el otro aspirante a la victoria, jugó sólido, pero le faltó el impulso que necesitaba para pelear realmente por el triunfo. Norman fue otra decepción. Llegó considerándose a sí mismo favorito y se mantuvo entre los líderes los dos primeros días, pero la tercera jornada jugó sobre par y desapareció de la escena es- telar, quizá aquejado de exceso de confianza. “Después de lo mucho que he trabajado, esto es ver un sueño hacerse realidad”, dijo emocio- nado Olazábal tras confirmarse su grandiosa victoria en una de las ediciones más difíciles del torneo, que concedía a España el honor de ser el primer país que contaba con dos ganadores del Masters, detrás de Estados Unidos. Como final, dejemos un recuerdo para nostálgicos: fue el primer Masters, desde 1954, en el que ni Arnold Palmer ni Jack Nicklaus jugaron el fin de semana, habiendo fallado ambos el corte. 3 Por Jesús Ruiz rfeg olf 67 66 rfeg olf Historia de los majors españoles (V) su posición más baja en el ranking mundial fue el puesto 36, en 2003, manteniéndose 453 semanas entre los diez primeros. Así las cosas, en 2017, el golfista castellonense se deshacía de la pesada mochila del bautizo como “mejor jugador del mundo sin haber ganado un ‘major’ tras derrotar a Justin Rose en el primer hoyo de desempate, precisamente el día en el que Severiano Ballesteros hubiese cumplido 60 años. 1994: Olazábal hace realidad el gran sueño de ganar el Masters Cuando José María Olazábal llegó al Masters de 1994, lo hizo con altas expectativas basadas en el subcampeonato de 1991 y en el séptimo puesto de 1993. Unos días después, el español, a sus 28 años, afrontaba la vuelta final del Mas- ters a un golpe del norteamericano Tom Lehman, que a sus 39 años buscaba su primera victoria en el PGA Tour. Compartirían partido estelar en la lucha por conseguir su primer “grande”. Olazábal, al llegar ese domingo al Augusta Na- tional, encontró una nota en su taquilla: “Intenta solomantener la paciencia, tú sabes exactamente cómo jugar este campo. Eres el mejor jugador del mundo. Buena suerte”. Era un mensaje de Severiano Ballesteros, el único español que había ganado el Masters hasta entonces. Y Chema se embarcó en su misión de ganar. Tenía muy meditado cómo iba a ser ese día. Incluso había decidido tres semanas antes que, si llegaba a la última jornada con posibi- lidades de ganar, se pondría ropa que combinara con la chaqueta verde, como hizo Bernhard Langer el año anterior. También tenía planeado salir con un hierro 1 en el 18 si necesitaba hacer par en el último hoyo para ganar, previsor ante la situación vivida tres años atrás, cuando un mal bote de la bola al jugar el drive le hizo perder la posibilidad de disputar un desempate con Ian Woosnam. José María Olazábal entregó en la cuarta vuelta una tarjeta de 69 golpes, para 279, con la que ganó a Tom Lehman por dos, a Larry Mize por tres y a Tom Kite, por cuatro. Estas diferencias pueden hacer pensar que fue una jornada plácida para el golfista español, pero no fue así. Enorme intensidad antes de consumar el sueño De hecho, Olazábal falló más calles (cuatro) y más greenes (siete) en la última vuelta de lo que había hecho en las tres jornadas anteriores. Pero, al mismo tiempo, hasta el hoyo 17 no co- metió su primer bogey del día, el primero tam- bién desde el hoyo 16 de la primera vuelta: dos birdies, un eagle y 12 pares en los primeros 15 hoyos y, siempre, el tiro correcto en el momento oportuno. Recordemos que José María Olazábal había terminado aquel primer día empatado en el puesto 26, a ocho golpes del líder, Larry Mize, tras entregar una tarjeta de 74 golpes. Se colocó a dos puntos de Mize el viernes, en quinta posición, tras firmar la que sería su mejor tarjeta del torneo, con 67 golpes, y el sábado accedió al segundo puesto en solitario con un buen 69. “No tenía muchas expectativas después de lo que pasó el primer día, pero todo parecía fluir y comencé a sentirme más cómodo, de la misma manera que estaba jugando en las se- manas previas a venir a Augusta”, afirmaría el español. José María Olazábal no hizo ni un sólo bogey en esas dos jornadas, a pesar de que los greenes estaban más duros que nunca y las posiciones de bandera eran endemoniadas, según el lamento generalizado de los jugadores. “En los últimos 7 años, no creo haber visto el campo tan difícil como esta semana”, reconocía Severiano Ballesteros. Después de la tercera ronda de 69, Olazábal se había colocado segundo y tenía una opor- tunidad real de ganar su primer “major”, solo un golpe detrás de Tom Lehman. Fue una noche de sueño inquieto: “No dormí bien la noche anterior a la final. Era la segunda vez que tenía la oportunidad de ganar el Masters y mi cabeza solo trataba de imaginar el campo de golf, los golpes que quería dar. No desayuné. No pude tragar nada de comida el domingo por la mañana, era imposible. Lo intenté, pero no pude”. El domingo, con sus pantalones negros y la camisa blanca, a juego con la posible chaqueta verde que finalmente le impondrían al acabar la jornada, Olazábal estuvo implacable. Cada una de las siete veces que salvó el par compli- cado cayó como una losa en la moral de su principal rival, Lehman, que se estaba mante- niendo firme en las primeras posiciones en busca de su primer gran triunfo. Birdies y un eagle decisivo para escribir la historia El primer birdie de Olazábal, en el 2, dejó las cosas como empezaron, porque también lo consiguieron Lehman, Mize y Kite. El segundo birdie le llevó a compartir el liderato con Lehman y con Mize, que acababa de lograr el tercero consecutivo, entusiasmando al público de Augusta, su ciudad natal, donde ya se había vestido con la chaqueta verde en 1987. A mitad de recorrido el español sumaba la mejor tarjeta con 33 golpes. El liderato en solitario de Olazábal llegó con el par que firmó en el hoyo 13, tras el bogey de Lehman en el 12, mejorando su perspectiva con el bogey de Mize en el 14. Pero el mazazo definitivo llegó en el 15, un par 5 en el que Olazábal embocó un putt de quince metros con caída de izquierda a derecha, ligeramente cuesta arriba, para eagle. El tiro a green estuvo a pocos metros de caer al agua, pero era el día de José María Olazábal, que veía cómo Lehman fallaba su putt de eagle, la mitad de largo que el que Chema había embocado. “Después de ese hoyo me recordé a mí mismo que debía mantenerme frío. Sabía que dos
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