RFEGolf123 (junio - agosto 2021)

nimiento para concluir que se trata de una auténtica leyenda forjada gracias al talento y el esfuerzo exhibidos durante más de 30 años a lo largo y ancho del mundo. No en vano, su legado sigue siendo bien palpable gracias a su decisiva influencia en el desarrollo del golf español, de la Ryder Cup y del Circuito Europeo. La enorme figura del chico de Pedreña cambió el golf para siempre. El campo escocés de Carnoustie y el 16 de julio de 2007 fueron el lugar y el día elegidos por nuestro gran Severiano Ballesteros para pronunciar las dos palabras que millones de aficionados del mundo entero hubiesen deseado no escuchar jamás: “Lo dejo”. Aquel chico de Pedreña Siguiendo el ejemplo de muchos mitos, la historia de Seve se corresponde milimétricamente con la de un luchador, una persona que escaló las más altas cotas desde un entorno humilde. En su caso, su sueño dio comienzo en la pequeña localidad cántabra de Pedreña, donde en 1928 se inauguró un campo de golf que cambiaría la concepción de este deporte, tanto en su juego como en su dimensión social. Aquel caddie que empezó a dar bolas en las interminables playas de la cornisa cantábrica, se enamoró de los palos en cuanto pisó los greenes de Pedreña. Tan fuerte fue ese flechazo, que el adolescente Seve burlaba por las noches la resistencia de las verjas para poder jugar unos hoyos sin más compañía que la Luna. Bien sea por las dificultades de jugar en la arena, por pegarle a la bola sin apenas luz para seguir su trayectoria o –como tantos mantienen– por su extraordinaria capacidad innata, en el chico de Pedreña creció un talento superior y excelso que provocaría muy pronto las reacciones más extremas entre los aficio- nados, ansiosos siempre por ver cómo aquellos golpes imposibles para otros se convertían en éxito en manos de Severiano. No en vano, cualquier actuación de Ballesteros, en cualquier campo de golf del mundo, fue siempre seguida por una auténtica legión de aficionados ávidos de contemplar esa con- cepción distinta del golf, alejada de la ortodoxia pero caracterizada por su extraordinaria belleza y espectacularidad. Pasados los años, un ex jugador de la talla de Ben Crenshaw plasmó de una forma elocuente el genio del cántabro: “es capaz de ejecutar golpes que yo no puedo siquiera visualizar en mis sueños”. Genio y talento unidos a un carisma arrollador Ese don –un carisma arrollador que quedaba patente cada vez que embocaba un putt im- posible y levantaba el puño con rabia–, fue el principal culpable de que un adolescente Seve consiguiese llegar a profesional sin apenas ayudas. Fue el 22 de marzo de 1974 –¡sin haber apagado siquiera 17 velas en su tarta de cumpleaños!– cuando dio el paso definitivo. Su cortísima edad no fue un impedimento para que ocupase las primeras plazas desde su desembarco en el mundo ‘pro’, consiguiendo su primera victoria en el Campeonato de España Sub-25. El destino le hizo un guiño y le permitió estrenarse en Pedreña para dar comienzo a una progresión fulgurante. No en vano, ese mismo año, se saldó con otro triunfo en el Open de Vizcaya y un segundo puesto en el Open de Santander. 1976, el año clave La estrella de Severiano Ballesteros empezó a lucir en 1976, el año en el que aquel jugador desconocido de nombre impronunciable para los anglosajones se entrometió entre los grandes para quedarse a un peldaño de ganar todo un Open Británico –quienes estuvieron en Royal Birkdale nunca olvidarán aquel chip que hizo rodar entre dos bunkers para dejar la bola a un palmo de la bandera y lograr un birdie en el último hoyo– y el año en el que venció con España la Copa del Mundo por Equipos en California. Entre medias de ambos logros se impuso en el Open de Holanda y remontó cuatro golpes a un tal Arnold Palmer en los 9 hoyos finales para levantar el Trofeo Lancôme. Dos años después, con sólo 20, ya había ganado en los cinco con- tinentes, pero le faltaba esa gran victoria, ese ‘major’ que le consagrase ante los ojos de una España que apenas conocía el golf y de una afi- ción internacional que seguía cada uno de sus golpes como si del último se tratase. Tanta magia en cada hierro merecía mayor premio. Éste llegó en 1979, cuando ganó su primer Open Británico, convirtiéndose así en el ganador más joven del siglo XX de tan rimbombante y exclusiva competición. A partir de ese momento los ‘grandes’ fueron cayendo por el propio peso de una lógica que cruzó el charco para desembarcar en Estados Unidos. El Masters de Augusta, el ‘major’ que sólo había conseguido ganar un jugador no nacido dentro de las fronteras norteamericanas hasta ese momento, abrió por primera vez las puertas de la gloria a un golfista europeo en 1980. Cómo no, las abrió para Seve. Veintitrés birdies y un eagle permitieron que, a falta de nueve hoyos para enfundarse la chaqueta verde, su ventaja sobre el segundo clasificado fuese de diez golpes. Ese día, a la misma hora que embocaba el 18, recibió uno de los reconocimientos que más ilusión le hicieron en el marco de su sensacional carrera deportiva: las campanas de su pueblo repicaron en honor al campeón. Poco más tarde, en 1983, llegó su segundo Masters de Augusta, y un año después, su se- gundo Open Británico antes de que en 1988 sumase a su histórico palmarés su tercer triunfo en el Abierto Británico. Ya por entonces, Se- veriano había rendido a sus pies al mundo del golf de todo el mundo. rfeg olf 23 22 rfeg olf Su figura se convierte en leyenda gracias al talento y esfuerzo exhibidos durante más de 30 años a lo largo y ancho del mundo 10 años sin Severiano Ballesteros “

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