RFEGolf119 (junio - agosto 2020)
La importancia de aportar el trabajo Cuando regresé al Tour me centré en hacer todo lo que dependía de mí cada día, o sea, dependía de mí levantarme a las ocho de la mañana, hacer mi hora de gimnasia, mi hora de bolas, de approach... y repetir eso todos los días que pudiera. Seguir haciendo mis rutinas e ir a todos los torneos con la sensación de que es un torneo más, que tengo que hacer ese trabajo que he ido haciendo durante semanas o meses de preparación, y no esperar nada de ello: salvar la tarjeta ya en ese torneo, ganar X dinero... Con todo esto consigues que tu trabajo sea constante y que no tengas ese agobio de decir con esto gano o no, aguanto o no. Se trata de aportar lo único que puedo dar, que es mi trabajo” Experiencia positiva en EEUU “Personalmente, a mí me influyó positivamente en el sentido de que pude seguir compaginando mis estudios, que para mí siempre han sido algo bastante importante, con la competición. Y el hecho de formar parte de un equipo y tener unos compañeros con los que jugar, como me pasó en la Blume, también me influyó positivamente. Poder competir con Rickie Fowler o Billy Horschel, jugadores que ahora están en el PGA Tour, me ayudó a seguir progresando y a poder aspirar a jugar algún día con esa gente en Estados Unidos”. El duro salto al mundo profesional “El deporte es el mismo, sigue siendo golf, pero a la hora de organizarte es un poco diferente. Ahora los chicos que están en la Blume tienen la suerte de tener a alguien que les organiza todo, pero cuando pasas a ser profesional todas esas tareas pasan a ser responsabilidad tuya. Qué comer, cuándo entrenar... Yo en su día eso no lo tuve muy en cuenta. Otro aspecto poco visible es que pasas de jugar unos diez o doce torneos al año a jugar treinta. No es la misma preparación física para una cosa que para otra. Yo, en mi primer año, quería jugar muchos torneos para sumar para la tarjeta, y jugué 33. Los primeros años solo quería jugar y jugar, y no me daba cuenta de la importancia de una buena pretemporada técnica y física”. Recopilación de información “Yo me considero un jugador agresivo, pero solo cuando tengo que serlo. Con mi caddie (Diego Suazo) siempre recorro una o dos veces el campo, y lo juego una vez, a ser posible por separado: nueve hoyos de una vez y nueve de otra. Es para recopilar la mejor información posible. Cuando lo estoy jugando siempre planteamos cuál es la mejor estrategia en cada hoyo conociendo mis puntos fuertes, qué es lo mejor para hacer birdies. Yo soy muy bueno entre 60 y 120 metros, y sé que todo lo que sea dejarme un golpe a esa distancia va a suponer tener una opción más o menos clara de birdie. Si todos están pegando un drive y dejando la bola a 40 metros, y yo no lo veo claro, no pego jamás el drive, sino que intento dejármela a una distancia en la que yo sé que voy a poder dejarla en un radio de tres o cuatro metros a bandera. Un jugador agresivo Por otro lado, conociendo la preparación de los campos del Tour, en la que los greenes siempre están duros, si tengo un hierro 9, siempre voy a bandera. A eso me refiero con ser agresivo. Hay que ser muy agresivo cuando la situación lo requiere; en el resto, hay que jugar drive y madera 3 a zonas en las que puedas colocar, y desde ahí, sobre todo, abrir ángulos desde los que poder atacar a bandera en situaciones buenas”. Golpes entre 60-120 metros “Tengo un trackman, y lo que hacemos Diego y yo en el 90 por ciento de los torneos es planificar sesión de wedges para martes y miércoles. Nos colocamos distancias. Primero hacemos un control de distancias de 55-125 metros. Voy subiendo de cinco en cinco hasta que yo veo que tengo esas distancias más o menos cogidas. Y una vez que hemos superado esa fase entramos en la práctica aleatoria. Diego me dice, ’haz 70 metros, 90, 65...’ hasta que vemos que está más o menos controlado, con dos metros de margen. Yo soy más de sensaciones, de feeling, pero feeling trabajado”. La Blume como fuente de disciplina “Siempre he dicho que daría todo el dinero que he ganado por volver a repetir la maravillosa experiencia de estar en la Blume y en la universidad en Estados Unidos. Gracias a ambas cosas estoy donde estoy hoy en día. Pasar por la Blume me disciplinó de una manera que sigo haciendo hoy en día. Me estructuro las horas y el trabajo comome enseñaron entonces. Cuando entré en la Blume era un patán, sinceramente, no era el mejor jugador, ni el mejor físicamente, y eso Paco Fernández (preparador físico de la Blume) lo puede corroborar”. Superar una grave lesión “Fue un momento complicado, tenía 15 años y un médico me dijo que me olvidase de jugar al golf el resto de mi vida. Ese año estuve seis o siete meses escayolado, sin jugar, sólo podía tirar algunos putts. Lo que hice fue intentar sacar lo mejor de un momento así. Me decían ‘puedes mover un poco el brazo y tirar algún putt’, pues me iba al putting green y me estaba tres horas allí”. Objetivos de adolescencia “Más que objetivos, los llamaría sueños. Era un sueño poder jugar el Masters o en el European Tour. Ahora claro que son objetivos. A corto plazo siempre me he dicho que tenía que trabajar al máximo posible cada día, que era lo único que me serviría para cumplir sueños. Me siguen quedando sueños, como poder jugar y ganar un Masters o un British Open. Esos objetivos los convertí en motivación para trabajar día a día”. Cómo entrar en el Top 15 mundial “Es una combinación de factores. A nivel técnico creo que no hay diferencia -salvo Rory McIlroy, que está a un nivel extraplanetario- entre los 150 mejores jugadores del mundo. Creo que la diferencia es que los mejores se conocen a la perfección, saben el tiempo que les va bien entrenar o descansar, que es algo importantísimo. Conocen a la perfección su juego y aprovechan sus puntos fuertes al máximo”. 3 84 rfeg olf rfeg olf 85 Encuentro con un campeón “A nivel técnico creo que no hay diferencia entre los 150 mejores jugadores del mundo, con la excepción de Rory McIlroy, que está a un nivel extraplanetario”
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