RFEGolf118 (marzo - mayo 2020)

rfeg olf 63 cuitos de los cinco continentes. Cuando ya enfermé por la picadura del virus del golf, una vez que finalizaba mi trabajo en los circuitos, junto con otros amigos que tenían la misma dolencia que yo, continuábamos con otro deporte tan diferente a las carreras de motos. El golf. Jugando al golf por medio mundo Ello me permitió jugar en muchos de los países donde me llevaba mi trabajo de comentarista. Precisamente, yo, un auténtico membrillo en esto del golf, resulta que pude jugar en lugares tan lejanos como Australia, Japón, Brasil o Sudáfrica. Incluso hasta jugué de noche en Malasia, increíble para mí en aquella época que ignoraba que había campos de golf iluminados. Mucho mejor en un país donde la humedad es altísima y la temperatura también, jugar de noche era mucho más llevadero, aunque en la casa club te advertían que si la bola se metía en la espesura, no era conveniente ir a buscarla por el tamaño de los animales que pululaban por allí. Más tarde pude comprobar que tenían razón. El tamaño de algunos insectos, iguanas, etc. eran de una talla XXL. El golf, de alguna manera, cambió mis gustos y alguna que otra costumbre. Cuando iba a Japón siempre acudía al barrio de Akihabara de Tokio buscando lo último en electrónica. Era un friki total. Me gustaba estar a la última de lo último en reproductores de sonido y vídeo, fundamentalmente, pero el golf me hizo visitar, en vez de las tiendas de electró- nica, los lugares donde vendían palos. En esa búsqueda, otros amigos y yo descubri- mos una tienda de segunda mano, práctica- mente nuevos y a unos precios bastante asequi- bles. Ahora aparecía en Madrid, en vez de con pequeños reproductores, con bolsas de palos para mí y mis amigos que me los encargaban. Confieso que ahora no estoy tan enfermo por el golf, aunque sí bastante enganchado. Decidme si hay algo mejor que jugar un par- tido con tres amigos, independientemente del resultado, compartir risas y más tarde una cervecita en el hoyo diecinueve. Creo que no tiene parangón. Por Valentín Requena Yo también juego al golf “Confieso que al principio me costó concentrarme. Tener a mi lado, narran- do un torneo de golf, a Seve no era cualquier cosa, y eso que tuve durante muchos años a mi lado a Ángel Nieto en el Mundial de Motociclismo” 62 rfeg olf Hace unos años, en mi época activa en Televisión Española, si tuve la oportunidad de ver en vivo y en directo a los principales jugado- res y jugadoras mundiales al transmitir los mejo- res torneos que se disputaban en nuestro país. Tuve la ocasión de narrar golpes de Langer, Montgomerie y toda la pléyade de los mejores del mundo, incluido el gran Seve Ballesteros. Mi mayor satisfacción en el apartado profe- sional como comentarista la experimenté en uno de los torneos del Circuito Europeo que se disputó en San Roque. Allí tuve la oportu- nidad de tener a mi lado, en la posición de comentarista, nada más y nada menos que a Severiano Ballesteros. Fueron veinte minutos en los que pude experimentar la cercanía de mi ídolo, al que precisamente conocí perso- nalmente en el Circuito de Valencia durante la disputa del Gran Premio de la Comunidad Valenciana de Motociclismo, especialidad del motor de la que era un gran aficionado. Comentando golf con Severiano Ballesteros Confieso que al principio me costó concen- trarme. Tener a mi lado, narrando un torneo de golf, a Seve no era cualquier cosa, y eso que tuve durante muchos años a mi lado a Ángel Nieto en el Mundial de Motociclismo, pero en este caso era la primera vez y la res- ponsabilidad era enorme. Cuando él creyó conveniente se despidió y me dio muchos ánimos para continuar mi tra- yectoria como comentarista de golf. Menudo subidón me dio la compañía de Severiano. Me pareció increíble el gesto que tuvo conmi- go, que era prácticamente un recién llegado al deporte de los dieciocho hoyos. No he olvi- dado, y creo que nunca olvidaré, ese gesto tan amable y generoso por parte del jugador más emblemático que ha tenido este país. El motociclismo ha sido muy importante para mí. Desde muy jovencito era el deporte que me apasionaba. Siempre fui usuario de moto, y aún lo sigo siendo, pero nunca tuve el valor sufi- ciente para ponerme en una parrilla de salida. Por eso, al poder compaginar mi afición con mi profesión, es como si me hubiera tocado el gordo de la primitiva. Seguí el Mundial de Motociclismo durante veintiún años y di varias vueltas al mundo narrando para TVE por los cir-

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